jueves, 11 de junio de 2009

“EL INFIERNO DE SER YO”




Por Dorita Núñez

Probablemente los textos incluidos en estos diarios fueron escritos por Pessoa sin ninguna otra intención que la de darle curso a un ejercicio de escritura que pudo ser diario, semanal o mensual, pero que nunca fue pensado como obra. Por lo mismo, cuando se publican de manera póstuma, sin mediar la voluntad del autor, se corre el riesgo de que sólo parezcan fósiles que merodearon esa otra y gran obra del autor: la que sí pensó como libros, como literatura. En este contexto, la manera de armar, combinar, agrupar, en fin, la manera de editar ese museo material juega un rol fundamental. Teniendo en cuenta todo lo dicho, se puede decir que los Diarios de Fernando Pessoa ahora presentados superan la prueba y son valiosos en sí mismos y no como meros documentos.



Antes de los textos del diario propiamente tal, Pessoa, en una especie de preludio, aparece diciendo: “Soy un poeta impulsado por la filosofía, no un filósofo con cualidades poéticas”; y esta consigna, que bien podría resumir el espíritu literario del autor, se confirma al leer estas páginas, fechadas, con interrupciones, entre 1906 y 1915.

“Estoy cansado de entregarme a mí mismo, de lamentar mis desgracias, de tener lástima y llorar por mí”. Esta dura sentencia podría explicar la forma de escritura de gran parte de los diarios de Pessoa aquí recogidos, pues al modo de un informe de actividades, como no queriendo hablar interiormente de sí, Pessoa enumera sus lecturas, sus idas y venidas de clases, la escritura de sus artículos, sus amistades, penurias económicas, traducciones, entre otras diligencias. En este registro el autor rara vez hace algún comentario. Sabemos de sus días perdidos y productivos como sabemos del informe del tiempo. Si fueran otros nombres, otros lugares, otras lecturas, podría ser la rutina de alguien que vive en Tel Aviv cincuenta años después. A Pessoa -hasta ahora- nada lo hace diferente, si no fuera porque esa normal y nada extraordinaria rutina se empieza a interrumpir, enhorabuena, por digresiones cada vez más seguidas y anómalas, y por la aparición con pluma parada de algunos de sus heterónimos. No son Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis o Bernardo Soares; los nombres que aparecen aquí figuran entre los heterónimos menos desarrollados por Pessoa. Entre ellos están Alexander Search, una de las primeras voces de Pessoa, que escribe en inglés, y Charles-Robert Anon. Con ellos el autor se permite ser más digresivo y a la vez se da la posibilidad de enrostrarse a sí mismo y al resto cosas que, de no mediar las máscaras, probablemente no diría o diría de otra forma. Por algo escribe: “Mi arte es ser yo. Yo soy muchos”. Estas otras voces no llevan un estricto rigor temporal, de hecho pocas aparecen fechadas, lo que permite sacudir y soltar la estructura del diario. Entra a operar el caos, la espontaneidad, el contraste entre la anécdota diaria y espesas elucubraciones, pues hay pensamientos que fueron elaborados por el autor años después y que aquí se incorporan en forma de notas personales, apuntes, comentarios, mostrándonos en ellos, una vez más, su permanente desilusión vital, eso que llamó “el infierno de ser Yo”: la absoluta e irreversible (aunque voluntaria) soledad en la que vive, su asco social (no obstante el servicio a la humanidad que tiene proyectado en su escritura), la ácida y sistemática crítica religiosa y el “intenso sufrimiento patriótico”.

Hacia el final del libro se intercalan diferentes trabajos, desde su ambicioso “Plan de vida” -donde se plantea que “si no hay en cada uno de mis versos un acento de eternidad, habré malgastado el tiempo de los dioses en mí”- pasando por un entretenidamente instructivo “Cuadro bibliográfico” hasta llegar a su “Explicación de un libro”, texto que es una aclaración sobre la ideología plasmada en su poemario Mensaje. Por último, cerrando el volumen, está su “Nota biográfica”. En ella, fechada el 30 de marzo de 1935, poco antes de su muerte, Pessoa escribió una especie de currículum vitae, al modo de Rodrigo Lira, donde con áspero humor y distancia describe los aspectos que conforman su particular existencia, desde sus lazos familiares hasta su posición patriótica: “Nacionalista que se guía por el siguiente lema: ‘Todo por la Humanidad, nada contra la Nación’ ”.

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